12/09/2016 Por EL IMPARCIAL
Un centro español participa en el ensayo de un nuevo chip de retina que introduce mejoras, especialmente la reversibildad y la mayor facilidad de sustitución, y actúa como antesala de la “tercera generación” de estos dispositivos con los que la comunidad científica trata de solucionar deficiencias visuales e, incluso, la ceguera.
Un estudio multicéntrico europeo en el que ha participado el Instituto español de Microcirugía Ocular (IMO) está probando un nuevo sistema de visión artificial denominado IRIS II. Se trata de un chip desarrollado por la compañía francesa Pixium Vision y que, a diferencia de los modelos actuales, no se coloca por debajo de la retina, sino que se fija en ella.
Este método de anclaje presenta dos ventajas. Por un lado, simplifica la intervención y disminuye las probabilidades de un desprendimiento de retina y de otras complicaciones retinianas que actualmente acompañan a este procedimiento. Por otro, permite su extracción y posterior sustitución por modelos más evolucionados, que se confía que aparezcan en los próximos años y sobre los que ya existen prototipos.
Apuesta de futuro
Según el doctor Rafael Navarro, investigador del estudio en IMO, “el modelo objeto de esta investigación es el último antes de que llegue la tercera generación de microchips de la retina, en los que realmente se espera un avance destacable en cuanto a resultados visuales para los pacientes a quienes se implante”. Por el momento, según el especialista, “no se puede hablar de éxito visual de los dispositivos desarrollados, incluido el IRIS II.
Pero este nuevo dispositivo “triplica el número de electrodos respecto a los modelos anteriores, por lo que cabe esperar algo más de definición en la imagen que proyecte sobre la retina”, explica la doctora Anniken Burés. La oftalmóloga del Instituto y también miembro de la investigación destaca, sin embargo, que “la gran mejora de este chip viene marcada por su reversibilidad, así como por reducir considerablemente los riesgos quirúrgicos”.
Por su parte, el doctor Borja Corcóstegui, que estuvo involucrado de forma directa en los primeros desarrollos de chip de retina hace más de dos décadas y que es el investigador principal en España de este nuevo estudio, afirma que “no se han logrado todavía resultados que pueden hacerlo realmente determinante para mejorar la calidad de vida de los pacientes”. No obstante, el director médico del Instituto cree que en la siguiente década los progresos permitirán resultados más satisfactorios. En este sentido, los especialistas de IMO señalan la importancia de otras líneas de investigación para combatir la falta de visión en los próximos años, destacando, entre ellas, las terapias génicas, cuyo desarrollo está ya bastante avanzado.
El estudio IRIS II que ha empezado en septiembre y que durará un mínimo de 18 meses y un máximo de 36, en función de los resultados. Se llevará a cabo en 10 pacientes (uno por centro participante), que actualmente están en fase de selección. Los candidatos son personas ciegas que no pueden reconocer formas a causa de distrofias de retina como retinosis pigmentaria, distrofia de conos y bastones o coroideremia, las cuales provocan un daño en las células retinianas pero no impiden el buen funcionamiento del nervio óptico. Asimismo, no se incluyen en el ensayo pacientes con pérdida de visión por enfermedades como retinopatía diabética o miopía magna, entre otras, ni tampoco aquellos que, además, padecen determinadas patologías oculares (cataratas, estrabismo, nistagmus o ciertos problemas en la córnea).
¿Cómo funciona?
El IRIS II es un microchip de silicona con 150 electrodos (tres veces más que la versión previa IRIS I) que se implanta en la retina y la estimula artificialmente, permitiendo al paciente percibir formas y movimientos. Para ello, el sistema utiliza una minicámara bioinspirada que imita el funcionamiento del ojo humano, ya que captura de manera continua los cambios en el campo visual mediante píxeles independientes en el tiempo, en lugar de utilizar sensores de imagen que toman secuencias de vídeo fotogramas con datos redundantes. Desde esta minicámara, instalada en unas gafas, se envía la información que estimula la retina para que transmita señales de imagen al cerebro.
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